Misia, así a secas, pertenece a esa clase de mujeres que, más que crear ellas mismas, conciben la propia vida como fuente a la que acuden a inspirarse y saciarse aquellos que sí crean. Pianista con duende suficiente como para embelesar a Liszt y a Fauré, su maestro, Misia, por su sensibilidad artística y su sutilísima capacidad catalizadora, fue una de las personas que más contribuyó a establecer los gustos de un amplio sector del mundo del arte, de la música, de la danza y de la literatura en el París de antes y después de la primera guerra mundial. Ocupan su caudalosa existencia personajes como Mallarmé, Proust, Renoir, Toulouse-Lautrec, Diaghilev, Stravinski, Coco Chanel, Picasso y tantos otros, quienes, de hecho, conformaron el espíritu de nuestro siglo.
Esta autobiografía, publicada póstumamente en Francia con enorme éxito de público en 1952, fue concebida al inicio como una larga y desesperada carta al gran pintor español José M.ª Sert su tercer marido y único perdido amor, y ha sido hoy «revisitada» para nosotros por un sobrino nieto de éste, Francisco Sert.