«Comiendo con palillos nunca llegas a atiborrarte. Es imposible llevarse grandes cantidades a la boca y la comida se digiere mejor. Los chinos suelen estarse horas sentados a la mesa y casi nunca se acaban el contenido de los platos. La tradición dice que dejar restos de comida en el plato es de buena educación: se interpretaba que el anfitrión había sido suficientemente generoso. Pero en estos días manda el bolsillo, y las tradiciones quedan en segundo plano. Así que los chinos, cuando van a un restaurante y les sobra comida, se la llevan a casa. 0201C;Bao dao0201D;, hay que decirle al camarero: 0201C;para llevar0201D;.»
Andrea Rodés ejerce el periodismo en China, y fruto de esa experiencia es el presente libro, ágil introducción a una realidad exótica y a la vez cotidiana: sus horarios, sus ciudades, sus gentes, sus edificios, sus ríos y sus mares, sus montañas, sus trenes... y su cocina. La que se come en las mesas de los restaurantes y en las casas. Porque la cocina, quizá el rasgo más característico y perdurable de toda sociedad, y sin duda uno de los símbolos de China, es el elemento escogido como columna vertebral de esta obra, afortunada suma de testimonio personal, crónica de actualidad, narración de viajes y reportaje sobre el cambio vertiginoso de un país dispuesto a abrirse (y a imponerse) al mundo.