En nuestra vida consciente a menudo estamos ciegos y sordos frente a Dios. Pasamos por alto lo que nos quiere decir. Oímos sólo nuestros propios pensamientos o los de las personas que nos rodean. Sin embargo, no escuchamos su voz. Mientras dormimos, Dios se hace perceptible en nuestros sueños y levanta el velo que nos cubre los ojos. De pronto vemos cuál es el misterio de nuestra vida, cuál es para nosotros el misterio del Señor.