Aprender de los propios errores es una estrategia de peso para tener éxito en el mundo de la empresa. Sin embargo, a las empresas les resulta complicado apostar por esta estrategia, arriesgarse a no tener miedo a fracasar y a tener el margen de confianza en una aventura empresarial durante suficiente tiempo como para darle la vuelta al fracaso en una sociedad que condena el error y que no ve en el fallo una oportunidad, mucho menos una ventaja competitiva. La literatura empresarial se ha centrado hasta ahora en analizar los motivos del fracaso sin reivindicar el valor de fracasar, de equivocarse y en mostrar las lecciones que se han aprendido a partir de los errores que se han cometido. Y ahí es donde entra en juego el valor de una cultura empresarial que postule el error positivo. La verdadera clave está en que, por mucho que se quiera esconder, olvidar, menospreciar u obviar, el fracaso coexiste con el éxito. De hecho, no hay en el mercado ninguna empresa que no fracase en algún punto de su carrera, en alguna área concreta de su negocio, y raro es también que no vuelva a equivocarse en el futuro, incluso que no repita fallos que se han cometido en el pasado.