Tras los cálidos elogios y la buena acogida del público cuando Salón de belleza apareció en Tusquets Editores México, en marzo de 1999, y con los derechos de traducción vendidos a Francia y Alemania, nos parece más que justificado darla a conocer también en España y el resto de Hispanoamérica.
Bellatin es autor de cinco novelas cortas, Mujeres de sal (1986), Cánon perpetuo (1993), Efecto invernadero (1996), Damas chinas (1998) y Poeta ciego, también publicada por Tusquets México en 1998, que no por breves han incidido menos en el prometedor panorama de la literatura mexicana. Hoy goza de un prestigio que, con gran ironía y mucha naturalidad, él protege tras un vago halo de misterio.
Una peste extraña fulmina paulatinamente a los habitantes de una gran ciudad. Rechazados por sus semejantes, algunos enfermos no tienen siquiera un lugar donde terminar sus días. Un peluquero, que hasta entonces ha regentado con grandes esfuerzos un célebre salón de belleza, decide dar refugio a los moribundos. Aficionado a los peces exóticos que en sus acuarios decoran el salón, el peluquero acaba convirtiendo su salón en un moridero medieval. ¿Qué mal diezma a los huéspedes del improvisado enfermero, carente al parecer de motivos filantrópicos? Con el tiempo ya sólo los peces multicolores serán testigos indiferentes de su dedicación, cercana a la santidad verdadera, sin paliativos naturales ni consuelos piadosos. Mientras le acecha la soledad, el protagonista ofrece un definitivo canto a la vida. Sin conmiseración, sin moraleja.