Un regalo inesperado y muy grato para los amantes de la poesía (y para nuestra colección Nuevos Textos Sagrados) es este nuevo libro de Ángel González. Que rompe un silencio de más de nueve años. No sólo porque su autor se ha convertido ya en un poeta de referencia indiscutible para las nuevas generaciones, una voz de enorme presencia y magisterio en la mejor poesía última, sino sobre todo porque Otoños y otras luces es uno de sus mejores poemarios, sabio e irrepetible desde la altura de los años.
Con una disposición efectiva en cuatro partes que son a su vez cuatro modulaciones, Otoños y otras luces traza un recorrido por diferentes luces que son otras tantas miradas sobre el mundo. La primera parte, 0201C;Otoños0201D;, da el tono del libro y la fuerza referencial y simbólica de sus imágenes, atardeceres que preludian una despedida, destellos que parecen los últimos e intensos fulgores previos al ocaso (0201C;piadosa moratoria que la tarde concede / a la débil penumbra que aún me habita0201D;), vaticinios del invierto más crudo, el de la vida y el del fin del amor. En la segunda parte, 0201C;La luz a ti debida0201D;, los poemas están dictados por la persona amada, luminosa juventud, pasión y condena, aunque a veces la vida (0201C;incomprensible y pura vida0201D;) nos arroje al frío del desengaño. En la tercera parte, 0201C;Glosas en homenaje a C.R.0201D;, la figura y obra de otro gran poeta, compañero de generación, personifican el ansia de pureza, el miedo y la esperanza propios de una época en que la poesía era la única salvación. Las 0201C;otras luces0201D; de la cuarta parte cierran y recapitulan con mayor intensidad si cabe la visión sobre el mundo desde los años vividos.
Lejos de cualquier imposición, los poemas de Otoños y otras luces nos devuelven la contención y la densidad exacta de los mejores versos del poeta, el tono justo, coloquial y trasparente, sin énfasis ni coturnos pero inteligente y profundo, la tesitura en que el poema, con reticente ironía y guiños paródicos, se resuelve con inadvertida destreza en grave meditación, lúcida aceptación del destino, nostalgia callada y contundente.