En un ambiente de novela gótica, el horror que inspira el protagonista se tiñe de ternura, porque el Fantasma, un ser tenebroso y atormentado por su deformidad y su fealdad, siente la pasión de la música y rinde culto a la Belleza, encarnada en una bailarina de la Ópera, Christine Daaé. Para conseguirla, el Fantasma revive su pasado de inventor de trampas y mazmorras, vuelve a ser un «ser de tinieblas» al que sólo puede redimir el amor.