Durante una noche en una sauna roban un bolso. Su dueño trata de recuperarlo. Una noche de pesadilla y rara violencia.
Aviso de lectura
-¿Cuánta cobardía están dispuestos a aguantar nuestros cuerpos gloriosos?
-Cantidad tío, cantidad.
Marx, ya saben, el Carlos Marx del comunismo y esas cosas, dicen que dijo que bajo el capitalismo el kilo de humillación se vendía barato, que con el coste del salario medio interprofesional uno se lleva a casa, quiera o no quiera, un monto de humillación proporcional o comparable a su propio peso, catadura laboral o hipoteca. El agónico protagonista de esta sensacional novela sufre de sobrepeso seguramente por abusar del exceso del consumo de alcohol y de aquellos otros enemigos del hombre que nombraba el catecismo de nuestras infancias: el demonio, el mundo y la carne (ajena). Una noche, qué noche la de aquella noche, pasa por una sauna, y no precisamente para liberar grasas, y en perfecto y lúcido estado de resaca comete la imprudencia de hacer un pequeño balance de su vida. Hasta aquí la novela podía ser un ejemplo de ese neoexistencialismo barato con que nos machaca últimamente el neocostumbrismo fractal. Pero por fortuna y de pronto, súbito y porque sí (pequeño homenaje a Pedro Salinas) «pasa algo». Una novela en la que «pasa algo» es hoy, visto lo visto y leído lo leído, una notable excepción, pero si, además, ese «algo que pasa» sirve para desentrañar con estupendo y cruel oído narrativo, algunas de las raíces menos visibles de nuestros silencios más cotidianos y perversos, la excepción da paso a lo excepcional. Y este es el caso.
-Te quiero.
-Me quieres qué.