Quién no ha pensado alguna vez en dejarlo todo e irse a un pueblo a plantar tomates o libros de poesía. Cambiar de vida, comprar los seis tomos de En busca del tiempo perdido o releer El hombre sin atributos de Robert Musil son fantasías con que la vida nos engaña mientras, cruelmente cotidiana, se ríe de nosotros.
Aviso de lectura
Claudia, la protagonista y narradora de esta novela, se ha comprado una casa en el campo y cultiva tomates, aunque su vida social y las raíces de sus deseos siguen siendo urbanas.
En la narrativa española de hoy, la fragmentada, la astillada o la apuntalada con andamios decimonónicos, vivir en las contradicciones aparece como el colmo de la complejidad. De ahí que abunden los personajes que sin haber participado en ninguna batalla nos ofrecen el glamour de sus derrotas, o proliferen las historias, en clave novela negra o en clave novela cursi, con mucho desgarro afectivo pero bien avalado por una tarjeta de crédito familiar, profesional o personal.
Claudia está hasta el pelo de divagaciones y paralíticas preguntas. Dice adiós al miedo y viaja en busca de una amiga que sin previo aviso ha roto con todo y se ha ido a la India. Se atreve, al menos, a escuchar una respuesta. Y descubre que si las preguntas nos reconfortan, las respuestas nos desorientan. Lo que en estos tiempos no es poco. Al menos nos sacan de esas autopistas vivenciales «que van a dar en la mar, que es el morir». Al parecer, tampoco en los hoteles de la India ni en las cumbres del Himalaya la verdad es una mercancía que se pueda comprar fácilmente.