No hay silencio que no termine es el terrible relato de sus seis años y medio de cautiverio a manos de las FARC.
Íntimo, terrible, intensamente personal, este testimonio de su propia aventura no se parece a ningún otro. He aquí un viaje al corazón de las emociones extremas, una meditación sobre la vida, sobre la condición del réprobo y sobre lo que significa ser humano.
«Encadenada del cuello a un árbol, desposeída de toda libertad, la de moverse, sentarse o pararse, hablar o callar, la de comer o beber y aun la más elemental de todas, la de aliviarse el cuerpo... entendí - pero me costó muchos años hacerlo - que uno guarda a pesar de todo la más valiosa de las libertades, la que nadie puede arrebatar a uno: aquella de decidir quién uno quiere ser.»
Ingrid Betancourt