El periodismo tiene dueños y, por tanto, los periodistas, también. La famosa frase de Thomas Jefferson «Prefiero periódicos sin gobierno, a gobierno sin periódicos» suena muy atractiva pero a estas alturas de la historia no es rigurosa: detrás de los medios de comunicación no sólo está la influencia...
El periodismo tiene dueños y, por tanto, los periodistas, también. La famosa frase de Thomas Jefferson «Prefiero periódicos sin gobierno, a gobierno sin periódicos» suena muy atractiva pero a estas alturas de la historia no es rigurosa: detrás de los medios de comunicación no sólo está la influencia política (y más cuando se trata de alta política de Estado) sino, sobre todo, la influencia económica, unida a la financiera y a la empresarial en general. Todos los sectores productivos de relevancia quieren invertir en las empresas de comunicación que ya no son tales sino elementos de un sistema, el mercado. Jefferson vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX. A finales del XIX ya se observaba en su propio país la diversificación del capital mediático y a la vez la concentración de poder. A mediados del XIX, en Francia, Girardin permitió que la publicidad invadiera del todo el periodismo. Más dueños: accionistas, anunciantes... ¿Cómo es posible que estalle una crisis en 2008, provocada por el mercado, y no pase nada, al revés, el mercado le imponga sus reglas a los gobiernos? Entre otros motivos, por el silencio del periodismo en relación con las causas profundas de la crisis, que se han aireado lo preciso y entre grupos de población minoritarios. Los dueños del periodismo provocan crisis y sus medios callan. ¿Qué le ha pasado al periodismo de investigación? ¿Qué le ha ocurrido al propio reportaje de denuncia? ¿Por qué los medios recogen las filtraciones de Wikileaks pero, sobre todo, las relacionadas con escándalos políticos? Porque los políticos están colocados ahí por los dueños del periodismo para eso, para que reciban las bofetadas. Casi todo el periodismo gira en torno a la política pero los políticos gobiernan, no mandan, tal y como han demostrado los hechos. Manda el dinero, por tanto, la mayor parte de los contenidos periodísticos son importantes pero no sustanciales para el ciudadano. ¿Se podrá aspirar ya a que los dueños del periodismo sean sólo empresarios de la comunicación y no se meta en aquella loable idea de Jefferson todo inversor y anunciante que lo desee, dañando así el derecho del ciudadano a recibir información veraz? Cualquier empresario padece siempre la presión bancaria. ¿Para qué más presiones? Las ideas que se acaban de expresar son la razón de ser de este libro.
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