«No soy filósofo», escribe Montaigne en los Ensayos. Este texto intenta demostrar que, sin embargo, lo es, y tanto más cuanto menos pretende serlo. A Montaigne le gusta la filosofía viva, jovial, traviesa, nos dice. Es un filósofo que no cree en la filosofía; un filósofo lúcido y libre, que de esta manera filosofa mejor aún. «La filosofía nos enseña a vivir», escribe: por ello es un filósofo, y nos enseña a filosofar.