Cuando alguien como Stéphane Hessel llama a la «insurrección pacífica», a desperezarse, a rebelarse, hay que escucharle. Porque Hessel sabe de lo que habla: miembro de la Resistencia francesa, superviviente de Buchenwald, militante a favor de la independencia argelina y defensor de la causa palestina, este eterno luchador fue, además, miembro del comité que redactó la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.
Por eso, cuando reclama «un motivo de indignación» para todos hay que hacerle caso. Porque «las razones para indignarse pueden parecer hoy menos nítidas o el mundo, demasiado complejo», pero siguen ahí, en la dictadura de los mercados, en el trato a los inmigrantes, a las minorías étnicas. «Buscad y encontraréis», nos dice, «coged el relevo, ¡indignaos!», porque «la peor actitud es la indiferencia. Si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue». Un mensaje que ya ha contagiado a millones de personas en todo el mundo.