Diane Setterfield, la famosa autora de El cuento número trece, nos sorprende ahora con una hermosa historia donde el misterio y el recuerdo van de la mano
William acababa de cumplir diez años cuando consiguió la admiración de todos los amigos: su ojo experto apuntó a un grajo que descansaba en un árbol lejano y, tras un instante de concentración, el tirachinas dio en el blanco. Nada grave, en apariencia; solo una chiquillada, pero a partir de entonces su vida cambió y William se propuso olvidar el pasado, trabajando duro para adelantarse al tiempo y a sus leyes.
Los años fueron pasando y un hombre vestido de negro empezó a rondar a William en las circunstancias más trágicas. Nació así una extraña unión entre los dos caballeros y se inauguró en Londres una tienda espléndida, donde se exponían las telas y los complementos adecuados para el duelo de los difuntos.
El negocio fue un éxito y durante un tiempo William pensó que su apuesta por el olvido era acertada, pero llegó un día en que un grajo muy negro surcó el techo acristalado del almacén: de golpe el pasado volvió, cargado de secretos y dispuesto a tomarse su venganza.
Al grajo le encanta que le cuenten una buena historia. Lleva cosechándolas desde que existen, desde que hay dioses, hombres y grajos. Y tiene buena memoria...