El también columnista de Wired estableció una sorprendente conexión mientras leía Por el camino de Swann de Proust: el escritor había intuido en la novela hallazgos científicos que se constatarían casi un siglo después.
Siguiendo con la investigación: Walt Whitman, George Eliot, Auguste Escoffier, Marcel Proust, Paul Cézanne, Igor Stravinski, Gertrude Stein y Virginia Woolf, cada uno en su campo, sugirieron aspectos relacionados con el funcionamiento de la mente que la ciencia descubrió mucho más tarde.
Según nos muestra Jonah Lehrer en su extraordinario debut, la ciencia no es la única senda que conduce al conocimiento, pues el arte siempre se adelantó a ella en el empeño por comprender el cerebro. A partir de la obra de un grupo de artistas 02013;un pintor, un poeta, un chef, un compositor y diversos novelistas- Lehrer nos muestra que cada uno de ellos descubrió una verdad esencial sobre la mente que la ciencia aún se esfuerza por explicar.
Así, por ejemplo, vemos cómo Proust reveló por primera vez la falibilidad de la memoria; cómo George Eliot descubrió la maleabilidad del cerebro; cómo el chef Escoffier encontró el umami (el quinto sabor); la manera en que Cézanne abordó las sutilezas de la visión o el modo en que Gertrude Stein expuso la estructura profunda del lenguaje medio siglo antes de que Noam Chomsky y otros lingüistas lo hicieran.
Con una ingeniosa mezcla de biografía, crítica y divulgación científica, Proust y la neurociencia pone de manifiesto la necesidad de poner fin al secular desencuentro entre el arte y la ciencia.