Catalogar a alguien de populista es hoy una injuria. Populismo es un insulto que se utiliza de forma sistemática para menospreciar a partidos de izquierda y de derecha por igual, ya sea Syriza, Podemos o el Frente Nacional, y cuyos votantes son considerados poco menos que tarados o idiotas. Este es sin embargo un fenómeno nuevo, pues históricamente el populismo albergaba las esperanzas de las clases populares por ver sus ideas y demandas representadas en un espacio político copado por las élites.
Chantal Delsol, intelectual de reconocido prestigio, se ha propuesto hallar las causas del ostracismo al que ha sido condenado el populismo y analizar qué relación tiene ello con los graves problemas de desafección política. La autora incide así en los lazos existentes entre el pueblo y el arraigo, entre las élites y la emancipación, porque es donde anidan las razones del repudio a los movimientos populistas. Esta constante estigmatización no es más que el claro ejemplo de la enfermedad de una democracia que, lejos de aceptar su pluralismo inherente, utiliza el desprestigio para rechazar aquellas ideas que son contrarias a las de la élite dominante.