Toda la obra de Alice Miller es en realidad un largo camino hacia el conocimiento de las zonas olvidadas del alma humana. En La llave perdida, tal vez más que en cualquier otra obra suya, Miller intenta disolver las cortinas de humo con las que envolvemos nuestras verdades más dolorosas. Para ello, y a modo de ejemplo, señala algunas claves básicas de nuestras angustias localizando en la obra de personajes como Nietzsche, Picasso o Buster Keaton aquellas puertas de su propias moradas interiores que habían permanecido cerradas desde la infancia. Y así, en el intento de recuperar las llaves perdidas, tal vez dejemos aflorar al fin estados de ánimo reveladores, sentimientos sobrecogedores y probablemente una vivencia del mundo totalmente distinta.