En la cuarta y última entrega de Pies descalzos, que abarca de 1950 a 1953, con la Guerra de Corea como trasfondo, la lucha de Gen es más intensa que nunca.
Cuando la madre de Gen exhaló su último aliento, el mundo volvió a derrumbarse. Fue como si la bomba arrasara de nuevo la ciudad. Tal fue su ira que se lo habría hecho pagar al mismísimo general MacArthur y al emperador. La impotencia se apoderó de él y solo recuperó la esperanza con un viejo consejo de su padre: imitar al trigo que, tras soportar el frío y ser pisoteado, siempre brota y crece alto y fuerte. Ello, unido al impulso de dos nuevas pasiones, el dibujo y el amor, le ayudará a afrontar todas las adversidades en un país que sigue gobernado por la injusticia, el egoísmo y la corrupción.
Si, como Gen, Keiji Nakazawa deseaba llegar al corazón de las personas a través del arte, logró su objetivo con creces. Esta obra nos invita a la reflexión y a unirnos junto a este grupo de chicos -huérfanos de Hiroshima- a su marcha por la paz.
Pies descalzos traspasa las fronteras.
La historia de Gen llega al corazón del lector.
«Me gusta pensar que leer Pies descalzos ha ayudado a la gente a ser más consciente del horror de la guerra y de la bomba, así como del peligro de coartar la libertad de expresión.»
Keiji Nakazawa