Félix de Azúa regresa a la novela a través de un viaje narrativo que empieza en el Génesis y nos traslada a la historia de una familia española en la Venezuela de los cincuenta.
Que nuestras vidas son libres y que nuestras acciones son el resultado de nuestra santa voluntad es una creencia que apenas tiene dos siglos. Durante miles de años, a nadie se le ocurrió que nosotros decidiéramos libremente sobre nuestros actos: lo que nos sucedía, bueno o malo, era fruto del capricho de los dioses y de la despiadada naturaleza. En esta novela se cuentan dos historias con un secreto corazón compartido. En sus páginas se relata una historia perfectamente convencional, la de las tribulaciones de la viuda Mariló en la Venezuela de los cincuenta, y al mismo tiempo se narra la historia mítica de nuestros orígenes y nuestro destino, del destino de los humanos, de los mortales.
Azúa presenta en esta novela una posible tercera parte de sus falsas «autobiografías», aunque deja al lector la opción de no leer más que una novela como cualquier otra. La historia de Mariló, de su hija Verónica, de Álvaro, su sobrino vasco, y del mafioso venezolano Alvise, que la pretende, est á íntimamente ligada al Génesis bíblico, seguramente como todas nuestras vidas, aunque no lo sepamos. Como en el Génesis, hay en esta novela una pareja, un crimen, una culpabilidad y una huida que Azúa nos brinda con su lucidez y su ironía habituales.
«Ha sido la historia de mi nacimiento, mi Génesis particular, porque todas las vidas se adaptan al texto sagrado, lo sepamos o no. Es también la historia de mi culpa, esa culpa original que llevamos en la sangre y que nos obliga a hacer todo lo malo que hacemos...»
Félix de Azúa