Esta biografía estudia ante todo a Cicerón en su faceta de político, al advenedizo procedente de Arpino que logró hacerse un hueco entre la elite de Roma hasta alcanzar la gloria del consulado en el año 63. Pero además, los cientos de cartas de su correspondencia que han llegado hasta nosotros hacen posible mostrar asimismo el lado humano del personaje como de ningún otro en la Antigüedad. Esto permite observar al terrateniente preocupado por sus finanzas, al hombre público que anhela hallar un lugar de privilegio en la Historia, descubrir en él amor por su familia y la fidelidad hacia sus amigos, y hacerse preguntas tan personales como si Cicerón era xenófobo o tenía creencias religiosas.