La Constitución liberal de Cádiz de 1812 estableció un modelo para los demócratas progresistas de la época, pero al mismo tiempo supuso la imposición de instituciones avanzadas en una sociedad conservadora y atrasada tanto económicamente como socialmente. Esta situación provocó de forma inevitable tensiones de todo tipo. Raymond Carr argumenta que justamente estas tensiones explican gran parte de la historia española contemporánea. Su análisis comienza con la «revolución de septiembre» de 1868 y culmina en la década de los ochenta. Hubo diferentes regímenes que no pudieron conquistar a la «masa neutral» haciéndola superar su apatía política, pero, a partir de 1831, la repentina movilización de la Segunda República hizo estallar conflictos que habían estado latentes en los regímenes anteriores. A partir de la Guerra Civil, España entra en un período de cuarenta años de drástica «cirugía». En los años setenta y ochenta, España afronta dificultades similares a las de sus vecinos democráticos, aunque también debe solucionar una problemática específica y peculiar, la distribución regional.