Esta deliciosa novela, autobiográfica en la forma pero no en los contenidos, muestra toda la maestría y el peculiar modo de ver la realidad de esta gran figura de las letras contemporáneas.
La vida de la gente, en Jubilee como en todas partes, era aburrida, simple, asombrosa e insondable... cuevas profundas cubiertas de linóleo de cocina.
Bastan estas pocas palabras para reconocer el talento de una espléndida narradora y colarse en la vida de Del Jordan, una chiquilla que vive con sus padres en el pueblo de Jubilee.
Del empieza contando su día a día, su relación con la familia, los vecinos y los amigos, y pronto descubrimos que esa niña sabe observar el mundo y sacar buen provecho de lo que ve: compadece la poquedad del padre, admira el arrojo de la madre, que deja la granja para dedicarse a vender enciclopedias por los alrededores, y comprende que tarde o temprano llega el momento en que hay que elegir entre una risueña mediocridad -hogar, iglesia, matrimonio, hijos- y otras opciones más interesantes y arriesgadas. Ese descubrimiento es también el de la vocación literaria, una suerte de llamada, de deber para con el mundo.
Reseña:
«Lo asombroso es ver que hace cuarenta años Munro estaba ya en posesión y pleno dominio de su hermoso instrumento verbal, por encima de todo eficaz, que ahora me parece único. Y envidiable.»
Robert Saladrigas, Cultura/s, La Vanguardia