Según cuenta Gonzalo Hidalgo Bayal en el Epílogo, todo empezó como un delicioso reto que se propuso para caminar junto a su hija por la playa: «Durante cuatro años, en el paseo matinal que nos llevaba desde la casa azul a las barcas de los pescadores, yo inventaba o improvisaba un relato unipersonal, fábula para un solo oyente que, al final, emitía su veredicto y aprobaba o desaprobaba... Si la fábula había merecido el visto bueno, yo escribía por la tarde la historia». Así surgieron estas maravillosas veintiuna fábulas que el lector puede ahora disfrutar, como variaciones encantadoras sobre reyes y princesas, caballeros y pretendientes, dragones y muerte... Pero también sobre mucho más, porque los temas y los personajes se fueron ampliando con toda naturalidad y las fábulas acabaron hablando «del amor, de la lealtad, de las paradojas del poder o de la justicia, de los límites de la verdad y de la apariencia».