Entre las mentiras toleradas y el autoengaño consolador, la izquierda vive una crisis aguda de credibilidad. Por eso «La izquierda ha muerto. Viva la izquierda» pudiera ser el sarcástico lema de este ensayo, escrito desde el desenfreno de creer todavía en una izquierda del siglo XXI. Su inadaptación a los cambios sociales conspira contra ella mientras no deje de mentirse a sí misma. La única izquierda que no miente es la que pide sangre y violencia, pero por suerte ya no existe. También este ensayo se reconoce inmerso en una contradicción insoluble: está escrito contra la izquierda para seguir siendo de izquierdas.