El ciclo gráfico que dedicó Jodorowsky al mundo del crimen organizado: una obra maestra que mezcla la épica negra de Shakespeare y Scarface con la mitología griega.
Cuando aparece un bebé abandonado en un cubo de basura de una gran ciudad latinoamericana, todo tambalea. Es un bebé con cola. Lo encontró un travesti enano que ejerce la prostitución.
En Huatulco City, la miseria se expande como las ratas, y la sangre es la moneda de cambio común. El niño crecerá y se convertirá en Juan Solo, un asesino sin piedad ni remordimientos, un sicario que vende su alma al mejor postor, un hombre tóxico que no vive según las reglas de la sociedad, un despiadado gángster cuya crudeza lo aupará pronto a lo más alto del imperio del crimen.
En su periplo vital, se suceden los descensos al infierno seguidos de redenciones... hasta que llega el día final en que debe ajustar cuentas con su pasado.
Juan Solo, que recoge por primera vez en un tomo los cuatro álbumes que componen la serie, es una odisea que cruza el mundo de la perversión, los vicios y las miserias de la humanidad, servida por el único guionista que podría idear una obra así, Alejandro Jodorowsky; el dibujo corre a cuenta de Georges Bess, un artista único a quien ya leímos en El Lama Blanco. Una lectura implacable y sangrienta que remueve morales y conciencias, una obra maestra sobre la condición humana.