Horacio, vizconde de la Granja, un octogenario viudo, guapo y todavía elegante a pesar de sus serios achaques, vive en un gran ático de Espalter junto a sus hijos, Míriam y Aarón, a quienes acompaña con sus frecuentes visitas su amante Lola Rivas, veinte años menor que él. Horacio, que en su día fue un destacado intelectual español, con gran prestigio durante la
Transición, ha ido dejando de escribir para encerrarse en su despacho, y parece no gustarle demasiado el prestigio y relieve literario que su hijo, también escritor, ha consolidado con su última novela.
Para su ochenta aniversario, Lola y sus dos hijos deciden regalarle un retrato al lienzo, que encargan a un cotizado y prestigioso retratista madrileño. Este retrato de Horacio va a ser una celebración del personaje y también una consagración icónica, social y artística del aristócrata.
Esta historia contiene dos retratos que emergen uno de otro y que, a lo largo de toda la novela, se condicionan entre sí hasta su trágico final.