Expresionista antes de que el término se acuñara, James Ensor (1860-1949) fue el clásico enigma situado entre el artista integrado y el artista marginal. De hecho, conocía a todas las figuras del mundo del arte, si bien sentía el mayor de los desprecios por muchas de ellas. Su estilo daba tumbos entre la fantasía gótica y las visiones cristianas. Fue un explorador cosmopolita de la modernidad, pero vivía recluido en una habitación de un desván en la población vacacional de Ostend.
Y pese a su carácter esquivo, Ensor influyó en generaciones de artistas con sus pinturas, sus grabados y sus dibujos vívidos y en ocasiones horripilantes. Se le conoce en particular por su uso de la sátira negra y la alegoría, su innovadora iluminación y su interés en el carnaval y el teatro, retratados en su obra Entrada de cristo en Bruselas en 1889, así como en todo su repertorio de autorretratos, donde, mediante máscaras, parodias y teatralidad, adopta guisas variadas, como Cristo en la cruz y un gentilhombre travestido.
Esta introducción a Ensor explora la riqueza y variedad de sus imágenes mediante ejemplos clave de su obra macabra e inconformista.