Cuando el hijo del autor le dijo sin pensar «He descubrido» a la edad de tres años, se quedó tan maravillado por la forma en que instintivamente había conjugado el verbo que pensó, si los niños a esta edad saben tanto, ¿por qué la escuela solo aspira a que llenen páginas y más páginas con letras del alfabeto desde los seis años? Este libro reflexiona acerca de la necesidad de ver a los niños como seres con talento que merecen tener su propio espacio en la sociedad, en vez de construir ciudades que giran la espalda a algo tan esencial como su libertad.
«Este no es un libro de pedagogía ni la presentación de un proyecto educativo. Es más bien un testimonio, una historia, tal vez incluso una confesión personal y emocional.» Francesco Tonucci