El retablo de Salomé Amat fue el gran proyecto final de Elisabeth Mulder, su obra póstuma. Esta novela es la paradoja que desvía la atención de la figura de Salomé, para abrirnos un camino más allá de la consecución final del deseo. Elisabeth Mulder arrastró este relato durante los últimos treinta años de su vida. Fue concebido en origen como la historia de las mujeres de una gran saga familiar. El retablo en tres piezas se conserva hoy en letra mecanografiada entre los documentos de su legado. Dos calles laterales con títulos tan elocuentes y reveladores como Las edades conquistadas y, tomado de un verso del poema «Balada de la cárcel de Reading» de Oscar Wilde, Matar lo que se ama. El frontal principal es para Salomé. En el proceso de creación, la autora redujo y compiló en dos generaciones, madre e hija, la larga estirpe que imaginó en principio. La vida no necesita más. Octogenaria ya, cuando pone punto final a esta última dádiva con la que quiso halagarnos, sabia con la sabiduría que la repetición de los días procura, sabedora de que, a pesar de la historia y sus sucesos, de las hazañas, de las biografías, las crónicas, a pesar de todo, los rostros y las miserias terminan siendo los mismos… Y la vida vuelve al punto de partida.
Elisabeth Mulder Pierluisi (Barcelona 1904-1987), poeta, dramaturga, traductora (tradujo al español las obras de Pushkin, Baudelaire, Charles Morgan, Pearl S. Buck, Shelley o Keats). Tenía quince años cuando ganó los juegos florales celebrados en la localidad de Sarriá, con un poema de título «Circe». El Noticiero Universal propaga la noticia y nos descubre que a esa corta edad era ya redactora del diario local, firmando las crónicas con el pseudónimo «Esfinge». Ninguno de sus poemarios, de sus novelas (algunas incluso versionada para el cine, como Preludio a la muerte (1941) en la que se inspira la película Verónica), ninguno de los volúmenes de narraciones cortas o de teatro, esto es, seis poemarios (Embrujamiento (1927), La canción cristalina (1928), Sinfonía en rojo (1929), La hora emocionada (1931), Paisajes y Meditaciones (1933) y Poemas Mediterráneos (1949)); seis libros de relatos (Una china en casa (1941), Este mundo (1945) o Las noches del gato verde (1963), etc.); quince novelas (entre las que destacamos La Historia de Java (1935), Crepúsculo de una ninfa (1942), El hombre que acabó en las islas (1944), Alba Grey (1947) o El vendedor de vidas (1953)) y dos obras de teatro (Romance a media noche (1936) y Casa Fontana (1948)), pasaron desapercibidas para la prensa española. Desde su primer poemario los diarios se van a hacer eco de las novedades editoriales, de las traducciones, entrevistas… Elisabeth Mulder llegó a convertirse en un personaje crucial para la intelectualidad del momento. Colaboró con la revista Ínsula, con ABC, La Vanguardia; perteneció al grupo de Eugenio d’Ors, la «Academia del Faro de San Cristóbal», o a la tertulia «Trascacho». El Paseo Bonanova 53 fue lugar obligado de peregrinación para muchos de los intelectuales que pasaban por Barcelona. Figuras tan dispares como Victoria Kent, Camilo J. Cela, Salvador Espriu, Concha Espina, Leopoldo Panero o Consuelo Berges, forman parte de la lista de escritores que firman la ingente correspondencia que aún hoy guardan los cajones de su escritorio. En el 2018 apareció publicada en esta misma colección la que fue su primera novela, Una sombra entre los dos.