Híbrido entre prosa, poesía, autoficción, memoria y crónica postal, Casa se busca compone, a modo de mosaico, o de rompecabezas, un autorretrato emocional.
A veces me agarra una voluntad destructiva de objetos. La llamo así porque llamarla torpeza es humillante e inexacto y prefiero llamarla voluntad aunque no la comprenda, aunque este impulso no sea asimilable a la intención ni a la consciencia. Es algo más que una torpeza. Vuelco agua y me resbalo en el suelo mojado, tiro el vino sobre la computadora y el parlante, rompo los libros cuando quiero mostrarlos, mancho con aceite la camisa nueva y le echo mal la sal, como si no importara. Quiero arreglar la canilla que gotea y armo una inundación. Golpeo la ventana que no cierra hasta descoyuntarla. Me impacientan las cosas que asumo que debieran ser transparentes, funcionales, y sin embargo fallan. Es una especie de impaciencia platónica, una furia ante el cuerpo, la consideración de la materia como una resistencia, un obstáculo. Como si no supiera ya que es la materia el instrumento vibratorio, es la materia lo que permite que haya música. Como si todavía creyera en una música celeste.