«Una carta de amor a la ciencia, un intento de desmentir la percepción de que la ciencia es fría y carente de sensibilidad estética». San Francisco Chronicle
¿Es la ciencia un modo de entender el mundo que lo priva de cualquier sentido poético? ¿Se esfuma todo atisbo de magia en cuanto el científico desentraña el funcionamiento de la naturaleza? Cuando Newton, con un simple prisma, descompuso la luz blanca en el espectro de colores que se oculta tras ella, ¿despojó de lirismo al arco iris, como le recriminó Keats en un célebre poema?
Desde la astronomía y la genética hasta el lenguaje y la realidad virtual, Richard Dawkins nos demuestra y nos convence con ejemplos irreprochables que la ciencia también entraña belleza y que el descubrimiento de los mecanismos que rigen los fenómenos naturales no solo no destruye su poesía sino que la ensalza, revelándonos aspectos sorprendentes que de ninguna otra manera podríamos apreciar o imaginar. Pero además de un manifiesto a favor de la poesía de la ciencia, este ensayo es también un alegato contundente contra las seudociencias que manipulan deshonestamente la credulidad y el ansia de sorpresa innatas en el ser humano.