Cristobal Toral, uno de los pintores más destacados del actual panorama español, hace uso de los mejores colores de su paleta para pintarnos con desgarro el alejamiento de la madre, con ternura la presencia constante del padre, con candidez el despertar sexual, con dramatismo la vida en el campo y con pasión la búsqueda de los caminos de su pintura, en un ejercicio de honestidad que revela una existencia insólita y admirable.
Rememora con igual cariño a personajes célebres, como Félix Rodríguez de la Fuente, Gerardo Diego o Severo Ochoa, que a la niña Rosarito, que murió trágicamente, o a su tía Matilde, que se convirtió en una harapienta por amor. También nos habla de su obsesión por el cosmos y de su encuentro con el astronauta Michael Collins, del ambiente artístico de Nueva York y Madrid en los años 70, y nos explica los secretos de su pintura. El resultado de todo ello es este magnífico libro: unas memorias tiernas, desgarradas, valientes y vitalistas por las que circulan objetos voladores, maletas, estaciones de tren y solitarias mujeres en cuartos vacíos.