Barcelona confinada dentro de sus límites administrativos puede quedar ahogada por la carencia de territorio y recursos para seguir creciendo. Agotado el territorio en el que expandirse, las ciudades modernas miran hacia su espacio interior, como único ámbito posible donde orientar su necesaria modernización. Barcelona está obligada a hacerlo si no quiere quedar atrás.
¿Deberíamos declarar la ciudad de Barcelona como ciudad terminada? ¿Qué nuevas realidades urbanas comportaría? ¿Cuáles serían las consecuencias urbanísticas y qué resoluciones podrían derivarse? El autor analiza los casos de otras ciudades terminadas y su conversión a territorio metapolitano, como Singapur, París o Washington, ciudades-territorio que ya han traspasado el concepto de Metrópoli.