Desde Eratóstenes hasta nuestro días, el largo e ingenioso viaje de la humanidad en el intento de medir el universo.
Los científicos de la Antigüedad lograron prodigiosas hazañas al obtener algunas estimaciones preliminares del tamaño de nuestro planeta y la distancia de los astros más importantes. Su trabajo estimuló a las generaciones que los siguieron, dotadas de mejores herramientas matemáticas e instrumentos más precisos, quienes no obstante se enfrentaron a un difícil puzle lógico: hay una curiosa simetría en la medición del cielo y la de la Tierra. Para determinar la posición geográfica, la distancia entre dos localizaciones o incluso el tamaño de la propia Tierra era imprescindible realizar mediciones de los astros, como hallar la altura de una estrella. Pero esa relación era recíproca, y estimar la posición y la distancia a los astros solo era posible mediante mediciones que tuvieran a la propia Tierra como patrón de medida o conociendo con detalle la distancia entre dos lugares de observación. No era posible la geografía de precisión sin la astronomía, ni viceversa.
En este fascinante libro veremos cómo las distancias en cualquiera de los dos sistemas se pudieron obtener con cierta sencillez en valores relativos. Sin embargo, costó mucho esfuerzo pasar a un sistema de magnitudes absolutas que nos permitiera acceder a las complejas mediciones actuales.