Jerónimo Rodríguez Loera nace en 1936, en el remoto pueblo jalisciense de Lagos de Moreno. Es hijo de un panadero asturiano, Eusebio, y de su joven novia Mercedes, una niña bien de Guadalajara. En apariencia, Jerónimo es un niño mexicano como cualquier otro, pero también es un monstruo: recuerda completo el ciclo de sus reencarnaciones y, con él, todo el comportamiento humano. El prodigio incomunicable de esta mente es recibido por el padre como un signo de retraso mental, y el niño es transformado en el síntoma que denuncia que la familia Rodríguez Loera no es lo que aparenta. Jerónimo educará un odio creciente hacia ese padre autoritario que lo ha desterrado a las habitaciones de los criados. Se gesta así el germen de una verdadera revolución doméstica en cuya culminación se celebrará el reacomodo de la gran ruleta cósmica.
Estamos frente a una novela cuántica, donde los diversos tiempos y espacios son simultáneos y donde la persona y el número del narrador se modifican constantemente. Y de esa colisión de realidades emergerán los misterios que inquietarán al lector y que Enrigue desmadeja uno a uno: ¿cómo es que un muchacho turco, tejedor de carpas y destinado al sanedrín, inventó la modernidad? ¿Cómo es que el mayor poeta erótico de la lengua era también el hombre más desagradable de su siglo? ¿Cómo veíamos el mundo antes del habla? ¿Hasta dónde puede llegar la doble moral católica? ¿Qué historia de amor merecería ser contada?
Sabedor de que todo está en todas las cosas, Álvaro Enrigue se apropia de cualquier cabo suelto de la Historia y, al seguirlo, demuestra que el conflicto del hombre contemporáneo no radica en la muerte de la epopeya, sino en que nadie sabe dónde encontrarla.