Irlanda es un lugar que facilita sentirse aventurero. Se pueden explorar zonas agrestes y apartadas sin más compañía que unas pocas ovejas, y regresar a tiempo para disfrutar del ambiente cálido y acogedor de un pub por la noche. Incluso perderse es divertido, porque los irlandeses se muestran encantados de indicar el camino (y de paso pegar la hebra un buen rato). Ni el frío ni el calor llegan a resultar desagradables, y un día soleado se percibe como un regalo.