«El graznido de las gaviotas, el cielo rosicler que anticipa un día de sol, el olor de los libros viejos, las fotos en blanco y negro de los abuelos, el mar, los grelos en flor, mi madre pintándose los labios, las revistas de moda de los sesenta, mi barrio, lar flores urbanas, el olor de los neumáticos, un collar de cuentas de lapislázuli o un pupitre con nombres gravados. Gracias a la química he mantenido mi asombro por las bellezas cotidianas, y he aprendido a saborear con sosiego las bellezas extraordinarias; desde la felicidad de un día corriente hasta la fascinación por una obra de arte. Saber química es como andar por la vida con unos ojos que miran a escala atómica. Todo lo bello, lo bueno y lo verdadero se ve más nítido a través del conocimiento científico.»
Deborah García Bello, química y divulgadora galardonada, nos invita en La química de lo bello a disfrutar de la ciencia, a desaprender la errónea impresión de que se trata de una disciplina estricta, fría y estéril, y a percibir su belleza en la cotidianidad de nuestro mundo.