El objetivo principal de este libro, nos dice el autor, «no es escribir una historia de la ciencia y la tecnología bajo el franquismo (que también), sino tratar de entender su papel en la constitución del nuevo régimen». En sus páginas nos habla de semillas híbridas de arroz o viguetas de hormigón pretensado, del carbón y el uranio enriquecido, de los planos de una iglesia y los mapas de corrientes y mareas, como rasgos de «un retrato del franquismo apegado a las transformaciones materiales, inevitablemente ensambladas a las estructuras sociales e ideológicas». Por eso nos habla también del Opus Dei y el nacional-catolicismo, de los sindicatos verticales y de los pantanos de Franco, de los pactos hispano-norteamericanos y Gibraltar, del Parque de Doñana y el WWF, o del conflicto del Sáhara Occidental.
Desde los años difíciles de la autarquía hasta períodos más marcados por la Guerra Fría y los mercados mundiales, el panorama que arroja este estudio es diferente al habitual: en él, la investigación científica y técnica aparece, no como una simple herramienta del poder, sino como un elemento «constituyente … que dotó de contenido al régimen».