Sin duda los lectores que frecuentan esta colección de narrativa erótica recordarán aquellas insólitas confesiones sexuales de una mujer mayor que, en El hábito del amor (La sonrisa vertical 55), hacía Anne Cumming acerca de su extravagante vida amorosa y sexual ¡a partir de los 50 años ! Pues bien, en estos últimos años, animada por sus amigos 02014;entre otros el escritor William Burroughs02014;, ha ido escribiendo, contrariamente al resto de los memorialistas que siguen un orden cronológico, sus memorias, esencialmente eróticas, del período comprendido entre 1952 y 1965, anterior al ya descrito.
Aprovechando una larga ausencia del marido, Anne Cumming abandona ella también en 1952 las brumas londinenses por el norte de Africa en busca de un amor que parece extinguido. Al llegar a Marrakech, se instala en una habitación con vistas a la plaza del mercado, en el corazón mismo de la Kasbah. Llevada por su arrolladora curiosidad, se aventura en los burdeles del quartier réservé y pone a prueba el encanto de dos fornidos árabes conocidos como los Gemelos Celestiales. Tras ser detenida como sospechosa de espionaje, se sube a un autobús de línea y atraviesa el desierto en busca de los legendarios hombres azules de Goulimine.
En esa extraordinaria «odisea», la autora nos hace cómplices, con una sinceridad y un candor muy convincentes, de sus exóticos viajes y sorprendentes actividades sexuales, desde la sofisticada orgía parisina hasta el apasionado romance con un gángster tunecino. También nos hace partícipes de sus reflexiones sobre el envejecer, sobre la amistad, la maternidad, el matrimonio, los amantes y sobre el amor del único hombre a quien amó, el escritor y artista Brion Gysin, con el cual, paradójicamente, jamás llegó a acostarse.