Si a usted le va bien en esta vida y está contento con lo que pasa a su alrededor, este libro no creo que le interese. Aunque a lo mejor le entra curiosidad.
Si a usted le va bien en esta vida y está contento con lo que pasa a su alrededor, este libro no creo que le interese. Aunque a lo mejor le entra curiosidad. Pero si usted es un fracasado, es decir, alguien que se siente obligado a sonreír al jefe o a la jefa, no lo dude: este libro es una ventana. Ya sabe, aquello de que Dios aprieta pero no ahoga y cuando cierra una puerta abre una ventana (no sabemos si para que nos arrojemos al vacío o para escaparnos en busca de otro paisaje).
Bernardo Hermes es un ejecutivo de éxito en una empresa de inversiones financieras y goza de todas las ventajas de su alto estatus: apartamento, coche, saneada cuenta corriente. Pero tiene un defecto: no es servil, al menos en el grado necesario para estos tiempos que reclaman entusiasmo laboral. Además, recibe un mensaje. A partir de ahí deja de ver la tele, abandona su vida de humillado triunfador e inicia una especie de travesía del desierto durante la que conoce otros mundos que a lo mejor están en este pero de los que no nos enteramos porque nuestro sueldo no da para tanto. Bernardo Hermes se acabará convirtiendo en un ser molesto: en el profeta que anuncia la miseria del presente. Su aventura como «redentor» tiene un trágico final cuando acepta participar en un programa de televisión. Entra entonces en un abismo terminal del que logra salir con la ayuda de María Magdalena, una antigua prostituta que se convierte en su compañera y en cuyos brazos retoma fuerzas para enfrentarse al enemigo: El Gran Emisor que nos hace y nos deshace. Un delirio inteligente.