«Quizá la mayor sorpresa del lector moderno de una obra que cayó en el olvido durante decenios estriba en que Wanda, la heroína que atormenta al protagonista, Severin, dista mucho de corresponder al estereotipo de la mujer sádica. Al contrario, es Severin quien, llevado por su afán de ser sometido, sienta las reglas de un juego esencialmente dialéctico. Pese a que a lo largo de la novela son repetidamente citadas las palabras de Goethe: 0201C;Tienes que ser martillo o yunque0201D;, en la relación entre Wanda y Severin todo está en perpetuo movimiento, los roles e identidades experimentan vuelcos incesantes y tanto el ama como el esclavo son alternativamente martillo o yunque. No olvidemos que es Severin quien fuerza a Wanda, contra la voluntad de ella, a adoptar el papel de ama y a aceptarlo a él como esclavo, para lo cual la obliga incluso a firmar un contrato, una de cuyas cláusulas estipula que deberá ir envuelta en pieles tan a menudo como pueda y, en particular, cuando se muestre cruel con su esclavo.
»Así que ya saben: sumérjanse en la lectura de esta novela que con tanta agudeza profundiza en la imposible igualdad de las relaciones amorosas y quizás hallen aquí esas alegrías verdaderas que la vida tan cruelmente nos niega.»
Del prólogo de Mercedes Abad