José de Epronceda nació por azar en Almendralejo en 1808 y murió en Madrid en 1842. Encarnó la rebelión moral y religiosa que se conoce como titanismo; participó en la revolución liberal durante el reinado de Fernando VII y la minoría de edad de Isabel II, y militó en la naciente tendencia demócrata y republicana; fue diputado y periodista, y combatió la desamortización de Mendizábal defendiendo los intereses del proletariado agrícola. Ya en vida se convirtió en una leyenda de rebeldía, iconformismo y soledad. Espronceda fracasó como dramaturgo, pero nos dejó un puñado de relatos, reseñas teatrales, artículos de literatura y política y una discreta incursión en el género de la novela histórica. Fue ante todo poeta, y forjó la mejor expresión española del subjetivismo romántico. Dedicó poemas líricos al descubrimiento del amor y al desengaño, y otros a diversos temas de denuncia social y política. En El estudiante de Salamanca elaboró la leyenda del don Juan seductor y burlador de mujeres, haciendo de su héroe un arquetipo de arrogancia sin límites ni arrepentimiento. En El diablo mundo llevó a sus últimas consecuencias la metafísica del yo romántico, superándolo al mismo tiempo en una reflexión sarcástica sobre la creación poética y los valores de la sociedad de su tiempo.