Con Véase: amor (Andanzas 181) dimos a conocer en España a David Grossman, uno de los autores israelíes contemporáneos más importantes e internacionalmente aclamados, que ya con sus novelas anteriores, La sonrisa del cordero y Chico zigzag (Andanzas 230 y 349), conmovió por su extraordinaria sensibilidad y su capacidad para recrear el mundo interior de sus personajes, símbolos de una visión perpleja ante la realidad de su país. Ahora, con El libro de la gramática interna nos acerca a un tema más amplio: la pérdida del universo y de la inocencia juveniles en un mundo depredador.
En un barrio de Jerusalén, Aharón Kleinfeld, un niño de doce años, es el cabecilla de su grupo de amigos y el que, con su portentosa imaginación, les inspira nuevos juegos y aventuras. Pero, cuando sus amigos empiezan a madurar, el cuerpo de Aharón se niega a crecer durante tres largos años. En el Israel previo a la guerra de los Seis Días, Aharón se siente defraudado cuando Guidón, su mejor amigo, y Yaeli, la chica que le gusta, abandonan su imaginativo universo para comprometerse con los jóvenes del movimiento sionista. Atrapado en su propio cuerpo, y como un espía en territorio enemigo, Aharón aprende a descifrar los códigos internos de la sexualidad y el deseo, a entender la inflexible burocracia del cuerpo humano; entre la infancia y la madurez, lo puro y lo prosaico, se expresará con un lenguaje propio, una gramática íntima que se niega a manifestarse en un mundo adulto, contradictorio y confuso, al que se siente ajeno.
El libro de la gramática interna es una novela sobre la alquimia del paso de la infancia a la adolescencia, que transforma la soledad y el temor en creación, y sobre la lucha para emerger como artista. Divertida, terrible a veces y, ante todo, apasionada, es una obra de gran intensidad y belleza.