La paradójica situación de la ética en este fin de siglo: parece a la vez imposible y necesaria.
La ética pública se encuentra en este fin de siglo en una situación paradójica: parece a la vez imposible y necesaria. Necesaria, porque a largo plazo no funciona la vida pública, incluidos los mercados globales, sin una base firme de confianza y credibilidad, que no surge sino de convicciones y hábitos éticos profundamente arraigados.
Imposible porque la vida pública -local y global- no está dirigida por gentes lo suficientemente inteligentes como para percibir esto, sino por mafias chapuceras y miopes que juegan al corto plazo en la política, la economía, la universidad, la sanidad, la prensa o la judicatura: las mafias que impiden a la cosa pública ser cosa de todos los ciudadanos, cosa nuestra, y la convierta en cosa de ellos, cosa nostra.
Este libro apuesta por la razón diligente, de los que piensan, aman y se esfuerzan por diseñar propuestas de justicia. Por eso dedica los primeros capítulos a criticar a esas mafias que imposibilitan la ética pública, y el grueso de la obra, a esbozar un proyecto de ética pública para las organizaciones y las instituciones, preocupado por hacer justicia y propiciar la felicidad.