Reflexión clara, no por ello menos densa, sobre la fragilidad de los seres humanos a la hora de aceptar la realidad. «Lo real», escribe Rosset, «generalmente sólo se admite bajo ciertas condiciones y sólo hasta cierto punto». Pero cuando, pese a todo, se impone, recurrimos a la ilusión, sin por ello rechazar explícitamente lo real. No se niega la realidad : tan sólo se la desplaza a otro lugar. Terminamos por instalarnos cómodamente en esa ilusión y asimilarnos al doble de nosotros mismos que nos depara esa otra realidad. Rosset revela de hecho no sólo las formas que reviste este rechazo, sino cuáles son las trampas en las que caemos y la naturaleza del insalvable laberinto de espejos al que nos conduce.