Donald Antrim fue una de las revelaciones de las letras norteamericanas en la pasada década, cosechando los elogios de la crítica y el favor del público internacional. Su corrosiva inteligencia ya quedó demostrada en Los cien hermanos (Andanzas 415), y la novela que ahora presentamos no hace sino corroborar ambas condiciones. El verificador es una novela tan seria como traviesa, tan disparatada como rigurosa, que aborda el psicoanálisis y el sexo, la vida personal y la profesional mientras derriba viejos tópicos y erige otros nuevos.
Tom, el narrador, es un psicoterapeuta aparentemente bien analizado que, durante una larga cena a base de panqueques y sirope, se funde en un abrazo con Bernhardt, la figura paterna del grupo. Bernhardt tan sólo quiere evitar que Tom empiece a tirarle comida a los demás, pero el resultado es desastroso. Tom sufre una experiencia extracorporal y flota hasta el techo del restaurante, desde donde se observa a sí mismo y a sus amigos. Durante el transcurso de la noche verá, con sus propios ojos, cómo se despliegan, cuestionan y deshacen sus amistades, su matrimonio e incluso su identidad profesional.