¿Cómo, en qué momento, las glándulas mamarias de la mujer, cuya estricta función ha sido siempre la de alimentar al neonato, han pasado a ser, además, objeto del deseo ? ¿O habrán ejercido siempre, desde la noche de los tiempos, también una atracción erótica y estética ? La estudiosa Marilyn Yalom lo ha investigado a fondo y nos lo explica claramente : al principio fue el pecho, y el pecho era sagrado, pues nadie habría sobrevivido sin él. Luego, a lo largo de la historia de Occidente, el pecho ha ido incorporando como símbolo multitud de significados distintos hasta, de hecho, llegar a significarlo todo.
Embarcados en este viaje por la rica cultura occidental 02014;y con cualquier documento revelador a modo de equipaje : pintura, escultura, literatura, fotografía, panfletos, publicidad e incluso tratados de medicina, podemos seguir paso a paso el recorrido que nos propone Yalom, desde la diosa Isis, que concedía la inmortalidad a quien se nutriera de su pechos, a la leyenda de las amazonas y la de Rómulo y Remo, amamantados por una loba ; desde lo más oscuro de la edad media, cuando, bajo la férula de la Iglesia, la representación de la figura femenina apenas se diferenciaba de la masculina, hasta la paulatina transformación del pecho en símbolo de nutrición espiritual y protección, o, ya en el siglo XIV, en encarnación de la caridad y la pureza. Ante nuestra curiosidad ya ganada, Yalom sigue informándonos, por ejemplo, de lo que sentían los hombres y las mujeres del siglo XV al contemplar un famoso cuadro en el que la Virgen, mostrando uno de sus pechos, toma los rasgos de la amante del rey francés Carlos VII : ¿aludía a un ideal de maternidad o a un placer claramente sexual ? Sabremos también qué opinaron sobre el pecho las propias mujeres, sus amantes, los moralistas, los pornógrafos y los psicoanalistas ; con qué artilugios lo han adornado o constreñido ; y cómo lo han tratado en sus obras escritores como Shakespeare, Ronsard o Tolstói.
Llevados del revelador relato de Yalom, comprenderemos al fin, entre otras cosas, por qué el pecho femenino se convirtió en símbolo durante la revolución francesa y, ya en el siglo XX, durante las dos guerras mundiales y en todo movimiento feminista.