«Quién es Ka?», se pregunta el inmenso pájaro Garuda, sumergido entre la fronda del árbol Rauhin a, al encontrarse este nombre al final de un himno de los Veda. Ka es el nombre secreto de Prayápati, el Progenitor, aquel que dio origen a los treinta y tres dioses y a los innumerables hombres. Ka significa «¿Quién?», y es la última pregunta, la que se formula cuando todas las otras preguntas ya han sido formuladas.
Pero antes debieron transcurrir numerosos eones, surgir y desaparecer numerosos mundos, en una secuencia de vértices cuyo ojo es el mismo Ka.
Así aparecen los Deva, los dioses que se baten contra otros dioses; los Asura, para conquistar el jugo embriagador del soma; los Siete Videntes, que observan el curso del mundo desde los astros de la Osa Mayor –y a veces intervienen–; Siva, Brahma, Visnu, con sus peripecias entrecruzadas, diversas, que reverberan de era en era; manifestaciones de la Diosa, como Sati y Parvati, unidas a Siva en amores interminables; el joven Krsna y cortejo erótico de pastoras, las gopi; Krsna ya maduro, que rige la suerte de la funesta guerra entre primos narrada en el Mahabharata; y, en fin, ya en pleno kaliyuga, la «era del número perdedor», en la que habitamos, irrumpe un príncipe que abandona la casa paterna y descubre una vía de liberación nunca antes pisada: el Buddha.
Se consuma en la mente lo que había tenido inicio en la mente –y que acaso había acontecido sobre todo en la mente–, por aquel que sabe que «el mundo es como la impresión que deja la narración de una historia», según las palabras de un antiguo texto indio. Para responder a la última pregunta es necesario atravesar todas las historias. Y para atravesar todas las historias es necesario formularse, como le sucedió a Garuda la pregunta acerca de quien silenciosamente lo acoge: Ka.