La joven Claudia, educada de forma muy estricta por su distinguida familia, que se ha cuidado de alejarla de los hombres, se enamora en 1943 de Fernando, pero diversas circunstancias harán que su incipiente noviazgo no pueda prosperar. Años más tarde, Fernando es diplomático en París y Claudia se ha puesto al frente del negocio que ha heredado; sus encuentros se suceden en varias ciudades, pero a lo largo del tiempo siempre surge algún motivo o algún equívoco, quizá el destino, que separa a los amantes.
Y ahora, ambos ya en la vejez, sus cartas cruzadas nos muestran con toda sinceridad la verdad de sus almas, el gozo y el sufrimiento que les llevó a acertar o a errar en sus decisiones, y un estado de ánimo, que se parece más a la rebeldía que a la resignación, con el que se enfrentan a su presente y al del mundo.