«Éramos una pareja de tres, ella, yo y la locura», dice Dante Cornellius, protagonista de esta turbulenta historia de un amor que, a la manera de Lolita, de Nabokov, o de El diablo en el cuerpo, de Radiguet, entra en la senda de la «necesidad mutua» desde la falta absoluta de convencionalismo de dos seres opuestos cuyo drama íntimo es el de la búsqueda de un refugio frente al desamparo, para seguir viviendo sus innumerables rarezas o sus cada vez más peligrosas patologías personales.
El clítoris de Camille es una búsqueda desesperada de la identidad a la vez que, sin perder un gramo de virulencia, una densa anatomía de delirio allá donde dos seres genuinamente delicados, especialmente atrofiados para la vida doméstica, confabulan una prodigiosa alianza in crescendo, sabiéndose fuertes al unirse y vulnerables al deshacer todos sus pactos.
Transgresión, erotismo, sensibilidad, locura y pasión perfilan esta novela, incapaz de dejar indiferente, por cuanto la crudeza y violencia de los innumerables giros y guiños que la componen provocan constantemente. Diego Medrano ha realizado un perfecto ejercicio de ilusionismo, tan lúdico como trágico, por medio del lenguaje, y ha logrado la admirable proeza de dar forma al diálogo pretendidamente racional de dos seres puramente irracionales.